
Algunas reflexiones sobre el piropo en la era digital
Algunas reflexiones sobre el piropo en la era digital
Partiendo del piropo, una forma popular y singular de hacer con las palabras, me propongo señalar algunos aspectos de la relación entre psicoanálisis y lenguaje. No es del todo seguro que el piropo esté completamente erradicado pero sí podemos afirmar que se encuentra en clara decadencia. Hace algunos meses la Junta de Andalucía presentó una campaña contra el acoso callejero que llamó #NoSeasAnimal, una iniciativa del Instituto Andaluz de la juventud (IAJ), el video promocional de esta iniciativa dice lo siguiente de los jóvenes a los que llama fauna urbana: “… quieren llamar la atención de las mujeres silbándoles y diciendo piropos…” obviamente dice esto y más cosas para denunciar lo que califica como acoso callejero. Me detengo en esta frase porque menciona específicamente el término piropo, también porque es llamativo lo que destaca, efectivamente y esto no es nuevo, los hombres quieren llamar la atención de las mujeres ¿ pero es esto significativo? y si lo es ¿significativo de qué? Parece bastante frecuente que se quiera llamar la atención del otro sexo, siempre fue así ¿se imaginan la comedia de los sexos sin este ingrediente? otra cosa bien distinta es la manera en la que se efectúa esa llamada, ciertamente los tiempos cambian y con ellos el discurso, sin embargo y más allá de estos cambios, no me parece muy acertada esta campaña, por supuesto no me refiero al problema que pretende combatir, el problema de la llamada violencia de género es un tema muy serio y necesita de los mayores esfuerzos por parte de los poderes públicos, esto está claro, me refiero a la manera en la que se trata el problema en este video promocional. Creo que se banalizan algunas cuestiones muy serias sobre la cuestión de fondo que no es otra que la sexualidad.
Me orientaré para esta reflexiones con el capítulo que sobre el piropo tiene Jaques Alain Miller en Cinco conferencias Caraqueñas. Jaques Alain Miller es un reconocido psicoanalista francés, profundo conocedor de la obra de Jaques Lacan, también psicoanalista francés y lúcido lector de Sigmund Freud. La Asociación Mundial de Psicoanalistas a la que pertenezco se orienta en las enseñanzas de Lacan y el trabajo de difusión que sobre las mismas viene realizando Jaques Alain Miller.
El origen de la palabra piropo viene de la latina pyropum y esta de la griega pyropos, un compuesto de pyr-pyros (fuego) y ops (vista, apariencia) conjuga pues fuego y vista, siendo el resultado algo así como fuego en la mirada, ojos de fuego u ojo deslumbrado por la belleza. Este término entró en el siglo XV para designar una piedra preciosa, una variedad del granate de color rojo fuego. Más tarde el término se emplea en la literatura renacentista como metáfora de la belleza femenina, expresiones del tipo “labios como rubíes” y otras expresiones semejantes afectaban el discurso de la época. Hoy las mujeres no esperan ser piropeadas con estos juegos de palabras, pero conviene recordar que siguen siendo las palabras las que en su juego pueden producir, y de hecho producen, efectos, efectos que conciernen al encuentro entre los sexos. De esos efectos se ocupa el psicoanálisis, se ocupa de cómo somos afectados por el lenguaje , de cómo nos afecta nuestra triple condición en tanto seres hablantes, sexuales y mortales.
El piropo al que podemos seguir considerando una frase ingeniosa cuando es logrado, responde a una práctica sociocultural milenaria. Es cierto que la alabanza fugaz y pública que es el piropo palidece en la época de la hiperconexión, la producción infinita de los mercados, el consumo rápido y masivo no propician su mantenimiento tal y como este se desplegaba y aún se conserva en algunos lugares del mundo. El piropo ha ido perdiendo espacios y piropear puede resultar extemporáneo, sin duda se extingue ese espíritu de condensación que permite decir con poco, mucho. Decir con poco mucho es por cierto una habilidad de gran valor que se cotiza en nuestros días, pensemos por ejemplo en Twiter, es sin duda una habilidad que conviene reconocer, saber reducir e ir a lo esencial, aunque no es siempre fácil lograrlo, esto último conviene también reconocerlo.
Vivir y hablar van estrechamente ligados, a tal punto que no reparamos habitualmente en ello y menos aún en las consecuencias que esto implica. Acordamos que hablando se entiende la gente y sin embargo experimentamos con frecuencia y con no menos impotencia que no siempre nos entendemos. El malentendido es inherente a la comunicación y fundamental para captar lo que ocurre entre hombres y mujeres.
El piropo es un acto de comunicación. Tiene algunas características que nada tiene que ver con lo que señala esta campaña al situarlo como violencia de género socialmente aceptada. Una de las características del piropo tal y como es concebido clásicamente, es que el emisor no pretende retener al receptor, a pesar de poder llevar una clara connotación erótica, esta no se corresponde con el interés de retener a quien se adula. Otra de sus características es, como le pasa al chiste, que necesita de un interlocutor que recoja lo que en él se desliza, al menos si estamos hablando de un piropo logrado y no una simple grosería. Para que sea logrado ha de tener agudeza, ingenio…
En su construcción lingüística atenta la forma fija del código. Clásicamente la mujer y ahora también los hombres, en calidad de receptores del piropo, son los que deciden si quieren, en caso de que exista dicha agudeza, reconocer la misma, algo conveniente por otro lado para diferenciarlo de la simple grosería a la que aludí antes. Un piropo puede ser ingenioso pero también puede revelar que con los mayores elogios se puede hacer pasar cierta agresividad camuflada en la pomposidad de las palabras. Quizás por eso se hizo la campaña anteriormente citada, desde luego la frontera entre el elogio y la ofensa plantea una delicada frontera que conviene saber tratar.
El piropo puede hacer llegar el mensaje mediante un rodeo, rodeo mediante el lenguaje que permite una evocación no explícita pero efectiva en cuanto al lugar al que remite ¿de qué lugar hablamos? pues del lugar por donde transita la comedia entre los sexos, ese lugar no es otro que el Otro del lenguaje. Los encuentros con el otro sexo no darían quebraderos de cabeza si no fuéramos hablantes, si nuestra naturaleza fuera solo animal y no humana, en ese caso nos orientaríamos con el instinto que no genera violencia de género, hay que decirlo, los animales no tienen este problema, el problema no es el del mundo animal sino de los humanos, si nos comportáramos como los animales nuestras intervenciones serian sin enredos, sin los tropiezos que introduce el lenguaje en su uso.
Tomemos el siguiente ejemplo, imaginemos a una mujer caminando por la calle a la que piropean del siguiente modo: “ Un, dos, tres, un dos, tres, eres todo un batallón por la gloria de mi madre”.
Aclaro que el ejemplo utilizado es un piropo tomado de nuestro querido y genial Chiquito de la Calzada. El ejemplo muestra con claridad hasta qué punto este piropo juega con las palabras, lo hace no para evocar una marcha militar por más que hable de batallón, se capta que evoca otras cuestiones bien distintas ¿qué es lo interesante? lo interesante es comprobar cómo el sin sentido atrae significaciones muchos más amplias que la simple y pura descripción podría proporcionar.
Debemos tener en cuenta la diferencia entre lo qué se dice y cómo se dice. Dicha diferencia nos invita a reflexionar también sobre una confusión bastante generalizada, me refiero concretamente cuando la exactitud es presentada como una prueba incuestionable de la verdad. La exactitud no es sinónimo de verdad, en la vida podemos encontrar multitud de situaciones que revelan como diciendo cosas exactas, se miente y al contrario, podemos encontrar como diciendo cosas que se podrían calificar de inexactas se puede alcanzar un efecto de verdad para un sujeto en cuestión. Esto último se puede constatar en las experiencias analíticas, los psicoanalistas conocemos como mediante el trabajo de elaboración del paciente, ciertas inexactitudes, pueden acercar y cercar una cuestión verdadera en la vida de alguien. En el decir del paciente suele encontrarse un sentimiento de inexactitud respecto de lo que se quiere llegar a decir, es la presencia del analista y su acto lo que intervienen para que el desánimo no impida hacer la lectura de los síntomas por los que se acude a los psicoanalistas, una lectura capaz de confrontar la manera en la que se goza en tanto se habla.
El lenguaje no describe de modo exacto la realidad, esa exactitud es un ideal que desborda las posibilidades reales que tiene el mismo. El fracaso del esperanto como lengua para todos tiene que ver precisamente con esto. Toda pretensión de desalojar del la comunicación el chiste, la sutileza, el piropo, el ingenio etc, será siempre un fracaso por desentenderse del carácter vivo del lenguaje. A veces la crudeza de ciertos fenómenos contemporáneos hacen considerar que muchas de las prácticas dedicadas a atender el ámbito de lo que llamamos naturaleza humana, parecen decididas a actuar en la dirección de este desalojo, por fortuna los síntomas que produce esta desmienten que podamos desentendernos fácilmente de esta condición, al menos no sin consecuencias.
Los psicoanalistas deben resistir a este intento de hacernos creer que no somos humanos, ese empuje a hacernos creer en ocasiones que somos máquinas…
Ocurre que todavía hablamos y mientras esto ocurra no dejarán de producirse síntomas, estos por su parte piden el encuentro con quien pueda escucharlos, la tarea de los psicoanalistas está servida…
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