
Afecto
Los afectos los disfrutamos o padecemos, son múltiples y algunos pueden presentarse de tal forma o con tal insistencia que pueden terminar convirtiéndose en una razón para consultar.
Podemos citar algunos ejemplos: tristeza, estrés, angustia, desorientación, vergüenza, ansiedad, inquietud, aburrimiento, hastío, abatimiento, extrañeza, perplejidad, expectación, alegría, confusión, etc. Es fácil experimentar cambios de humor, pasar de un afecto a otro sin que logremos precisar lo que contribuyó en dicho pasaje, puede ocurrir por ejemplo que un entusiasmo se vea sobrepasado por una excitación que no se logra controlar dando paso así a un cierto vértigo que puede llegar a ser inmanejable o por citar otro ejemplo, un hecho sin aparente importancia acaba siendo el detonante de una profunda tristeza que no logramos explicar, etc. En definitiva, no hay una armonía de los afectos por lo que no siempre se logra establecer una correspondencia entre el afecto y lo que lo produce.
Hay tantas razones para consultar como maneras hay de vivir el malestar y los afectos que acompañan a este. Lo importante reside en tratar de precisar lo que, del inconsciente, el lenguaje y el discurso, determina el afecto, o dicho de otra manera, de qué son efecto los afectos que nos hacen sufrir. La experiencia analítica está orientada para ello, para hacer legible el inconsciente del que uno es sujeto, en este sentido podemos considerar la experiencia como un ejercicio lector donde se lee el pasado y con él lo que no deja de repetirse en el presente para transformar el futuro. Por sorprendente que pueda parecerle a muchos, la tristeza que envuelve la vida de algunas personas se debe en muchos casos a un rechazo de la relación con el saber inconsciente.
Por último destacar la importancia que el afecto de la angustia tiene dentro de la clínica. La angustia es un afecto que habitualmente el paciente trae con el nombre de crisis de pánico o ataques de ansiedad, bien porque así le fue diagnosticado en el servicio de una urgencia hospitalaria o porque buscó en Google los signos más frecuentes de esta categoría en el intento de situar los propios, no es fácil separase de este afecto. Sea como sea, cuando se da esta señal, cuando se desencadena la angustia, nos encontramos ante una oportunidad muy propicia para ir al encuentro con un psicoanalista.